Más allá de la parte cómica de la situación, un par de reflexiones se imponen con respecto a la publicación anterior.
Ese mismo día, al salir a trabajar, minutos antes de este loco, loco viaje, me crucé con un compañero de la primaria. Hacía rato que no lo veía. El trato no pasa de un hola y chau ocasional.
Me senté en el mismo banco con él durante 6to y 7mo grado. Siempre fue un bardo el pibe. Me había enterado que estaba medio complicado con el tema drogas. Paco, especialmente. Me liquidó verlo. Siempre fue menudo. No debe estar pesando más de 50 kilos. Podía ser yo. Tranquilamente. Una imagen durísima.
Recordé una escena de cuando íbamos a la escuela. Cuando me empecé a sentar con él, le empezó a ir mejor en el colegio. Se copiaba de mi. Un día la maestra me dice, ante todo el curso, vos sos como el árbol, tenés que salir de ahí, los parásitos te van a chupar…
Un momento que me quedó grabado. Entiendo que la maestra lo habrá dicho con la mejor intención. Para cuidarme. Para motivarlo y que mi compañero se esmere. Al menos eso quiero creer. No importa ya. Lo que cuenta es que ese pibe, desde los 11, 12 años estaba condenado ya. Sus opciones de una vida mejor limitadísimas. A esa edad…
Después el viaje bizarro. La madre yendo a comprar drogas con la hija. No hay camaradería posible. Esa piba también está condenada. Si su vieja la acompaña a comprar drogas para ambas, qué futuro diferente puede vislumbrar?
Recuerdo cuando, hace un par de años, se empezó a utilizar Facebook para organizar reuniones con ex compañeros de colegio. Me contactaron. También a mi compañera.
En tono de joda pensamos en voz alta: a ver cuántos de tus compañeros se recibieron de un terciario y/o universidad?, le decía yo, (ella, barrio de clase media; yo, Lugano). A ver cuántos con problemas de drogas y marginalidad en mi caso, dijimos los dos. Y así fue.
Sus compañeros, la mayoría, recibidos, profesiones liberales, algunas neoliberales, en el peor de los casos empleos en blanco, relativamente bien remunerados.
Los míos, de la primaria, problemas con drogas, unos cuantos zafaron relativamente del tema, el pibe éste que me crucé el otro día no fue, otro que era un genio, un bocho, reventado por la falopa, otro durmió un año en la calle, las pibas que se casaron más o menos la pilotearon, otras no, los mismos problemas.
Otra imagen de estos días. Calor. Bajo Flores. Voy en el auto. A laburar. Aire acondicionado. Música. Al lado un pibe joven. Arrastrando un carrito. Chivando. Me miró. Me odió. Y de ser así tiene razón.
Realidad complicada. Los cambios actuales podemos percibirlos. Claramente. Pero hay lugares a los que el Estado aún no llega. Y es imperioso que lo haga. Obviamente que el Estado no es omnipotente ni todo lo puede cubrir. Pero debe intentarlo. Profundizar es preciso y necesario. Reparar es imprescindible.
Y es realmente urgente que el Nunca menos se haga carne.